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Radiactividad1

Símbolo de radiación en Chernóbil.

La radiación es un tipo de energía liberada por los átomos en forma de ondas electromagnéticas o partículas. El ser humano está expuesto a diario tanto a radiaciones naturales (agua, vegetación o suelo) como a artificiales (radio, televisión o rayos X).

Tipos de radiaciones[]

La principal clasificación[1] entre las distintas radiaciones depende de si ésta es o no ionizante. Es decir, si es capaz de romper los enlaces entre los átomos o no. Esto depende de la frecuencia: a mayor frecuencia iónica (mayor movimiento de los protones), mayor capacidad de atraer electrones y arrancarlos (rompiendo los enlaces atómicos).

Las radiaciones ionizantes pueden ser ondas electromagnéticas (rayos gamma o rayos X) o partículas. En química, se llama radiactividad a la energía producida durante la desintegración espontánea de un átomo: la energía excedente emitida sería la radiación ionizante.

Según su capacidad de penetración en la materia podemos clasificar las partículas radiactivas en alfa, beta y gamma. Los rayos alfa tienen una gran energía, pero es muy fácil bloquearlos (basta con el grosor de una hoja de papel). Los beta resisten hasta 0,5 cms de grosor, mientras los gamma necesitan un sólido de gran densidad, (como el plomo) y de 10 cms de grosor para ser detenidos.

Radiaciones y ser humano[]

Las radiaciones son algo natural y, por tanto, las células del ser humano[2][3] son capaces de reparar los daños que generan hasta un cierto punto. Para comprobar si la exposición a una radiación es realmente peligrosa hay que tener en cuenta dos factores: el tiempo que se haya expuesto y la dosis.

Cuanto más dure la exposición, mayores son las probabilidades de que tenga consecuencias perjudiciales para el ser humano. La dosis se mide en sieverts (Sv) que expresa la cantidad de radiación absorbida por un ser vivo. Normalmente, una persona recibe una media de 0,3 milisieverts al mes (el 80% debido a causas naturales y solo el 20% generado por seres humanos). Será a partir de los 1000 cuando pueda tener efectos negativos. Para medir la dosis hay que tener en cuenta factores como la distancia y el blindaje entre el elemento radiactivo y una persona. Por ejemplo, si alguien está expuesto a la radiación, pero está recubierto de plomo la dosis baja.

Una alta exposición a la radiación puede producir quemaduras, enrojecimiento de la piel o caída del cabello; así como hemorragias internas o incluso la muerte. De hecho, es más conveniente una exposición reiterada más baja que una puntual y elevada porque las células tienen una mayor capacidad de recuperación si es de forma paulatina. Sin embargo, es cierto que una exposición prolongada puede generar enfermedades a largo plazo, como el cáncer.

Las catástrofes nucleares generan isótopos (átomos con el mismo número de protones) de duraciones muy diversas (dependiendo del periodo de desintegración). Algunos como el yodo-131 se desintegran en pocos días, pero sus riesgos son muy elevados. Otros como el cesio-134 y el cesio-137 tardan más en desaparecer, en el caso del 137 casi treinta años. Estos isótopos radiactivos contaminan a través del aire todo el ecosistema tanto forestal como marino.

Ante estos riesgos, es frecuente en catástrofes como la de Fukushima[4][5] el consumo de yoduro potásico. Este, pese a que puede ser peligroso si no se toma exclusivamente en casos muy concretos, puede bloquear la absorción del yodo-131 una vez que este ha sido inhalado o ingerido a través de alimentos.

Véase también[]

Referencias[]

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